Las historias reales de maestros que toman bajo su responsabilidad a un grupo de jóvenes en los que nadie cree (casi siempre por cuestiones raciales o socioeconómicas), inspirándolos y haciéndolos mejores de lo que la gente les dice que son, suelen ser rescatadas de cuando en cuando por Hollywood en cintas que, si bien suelen dejar una buena impresión, han perdido por completo la originalidad.
Hay buenos ejemplos de ello en el pasado reciente.
De la misma manera en que Dangerous minds (John N. Smith, 1995) y Stand and deliver (Ramón Menéndez, 1988) se ocuparon de narrar dos casos relacionados con minorías y grupos de pandilleros tocados por la vocación de su maestro, Escritores de la libertad es el montaje cinematográfico de otro caso real, el de Erin Gruwell (Hilary Swank), una jovencísima profesora de literatura de una secundaria de la California de los días posteriores a los disturbios ocasionados por el caso Rodney King.
Los alumnos, adolescentes provenientes de varios barrios de la zona de Long Beach no sólo aparecen en conflicto constante con la autoridad, sino que están enfrentados a muerte entre sí, dado su variado origen. Sin embargo, la profesora logra interesarlos en la palabra escrita a través de lecturas que se vinculan con su circunstancia personal y del proyecto de un diario personal en el que los muchachos se desbordan artística y existencialmente.
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